sábado, 4 de junio de 2016

Reseña: La hermandad, de Marcos Chicot


Título La hermandad
Autor Marcos Chicot
Editorial Duomo Editorial
Año 2014
Páginas 471
Mi valoración:

SINOPSIS:

Cartago, siglo VI a. C.: Ariadna, hija de Pitágoras, recibe un pergamino con una noticia que encarna la peor de sus pesadillas. El mensaje incluye un pentáculo invertido, el símbolo que encierra la esencia del mal. De inmediato se desata una vertiginosa espiral asesina tras la que se adivina una mente poderosa y despiadada.

España, actualidad: Elena, Daniel e Irina investigan los límites del cerebro y la posibilidad de incrementar su capacidad. Cuando se conocen a través de Mensa -la mayor organización de superdotados del mundo- descubrirán que nada es lo que parece y que ellos son las piezas decisivas de una guerra que comenzó hace 2.500 años.

Los protagonistas de ambas épocas intentarán descubrir quién es su enemigo antes de que acabe con todos ellos… pero se encontrarán con respuestas para las que no están preparados.

MIS OBSERVACIONES

Este libro me ha provocado impresiones encontradas  y me tiene bastante dividida. Intentaré explicar lo que para mí son sus aciertos y sus errores.
Comenzamos la historia con un prólogo críptico en el que entendemos que un ser maligno cuya identidad desconocemos ha renacido y es inmortal. Este hilo narrativo se dejará en el aire hasta casi el final de la novela. Continuamos retomando a los personajes de la primera parte, El asesinato de Pitágoras, que han seguido con sus vidas, tienen un hijo pequeño y todo parece irles bien. Aunque ambas novelas (El asesinato de Pitágoras y La hermandad) son autoconclusivas, nos encontramos con que aquí los personajes están tratados de forma mucho menos profunda. Por tanto, quien no haya leído la primera parte tendrá difícil el empatizar con ellos y entender sus motivaciones, por más que el autor intenta reescribir algunas de las anécdotas más importantes de sus vidas. Esto, que es fundamental para quien no ha leído la primera parte, es repetitivo para quien sí la ha leído, aunque no molesta demasiado. En las primeras páginas, Ariadna recibe un misterioso mensaje, pero el autor interrumpe la acción para contarnos lo que sucedió antes de la recepción del mismo, volcándose en hechos cotidianos impregnados, eso sí, de presentimientos de que algo terrible va a suceder.

Marcos Chicot nos lleva entonces a un Madrid actual, año 2016, a conocer a Elena, quien también tendrá sensaciones de peligro intensas que mantendrán en vilo al lector. Y aquí viene uno de los grandes problemas de la novela: hay muchas sensaciones, presentimientos, recuerdos, anécdotas, etc, pero no sucede nada hasta la página 150. Esto es particularmente frustrante al aparecer personajes que parece que van a significar algo y no pintan nada (Alberto, Pedro, Cristina, el vagabundo del parque, Drogo) o miedos que al final se quedan en nada (ascensor, pasillos, encuentro con el sufete y compañía). Para mí, esto constituye una forma de engañar al lector con trucos fáciles. Le mantiene pegado a las páginas, sí, esperando que llegue algo que nunca llega, en vez de desarrollar la trama verdadera desde el principio.

Los personajes principales de la actualidad, Daniel y Elena, no me parecen tan bien trabajados como lo fueron Akenón, Ariadna o Pitágoras en la primera parte. Daniel es un chico interesante, pero para describir su persona el autor recurre a personajes que no van a implicar nada en la trama y que suponen varias páginas de superficialidad que tampoco conducen a nada. Elena, por su parte, apenas aporta nada a la trama, su personalidad es insípida y su única aportación al relato es que le gusta Daniel, lo que provoca una situación en su piso que no voy a desvelar pero que también es bastante gratuita. Sin embargo, su amiga Carmen Aroza, que no aparece en el relato más que por referencias, aporta mucho más a la trama, y no dejo de preguntarme por qué el autor no combinó a ambas mujeres en un solo personaje mucho más completo y útil a la historia.

A partir de la página 150 comienzan a suceder cosas y la cosa se pone muy interesante, lo que hace que al final la lectura se disfrute bastante. Sin embargo, a pesar del interés que despierta, sigue habiendo problemas en la narración que hacen que no me acabe de convencer.

Uno de estos problemas es producto del estilo: la acción se interrumpe demasiado por el abuso de los hangcliffs y por la intención de contar, simultáneamente, lo mal que lo están pasando los diferentes personajes (recurso muy cinematográfico). Es un poco lo que sucedía al final de El asesinato de Pitágoras, pero en dicha obra ocurría solo al final, cuando se quería acelerar el ritmo en las escenas de más acción. En ese caso, funcionaba muy bien. En La hermandad esto se lleva al extremo y, cuando aún no hemos llegado ni a la mitad de la novela, nos encontramos con que no somos capaces de sufrir con los personajes porque apenas nos da tiempo a meternos en situación cuando ya nos arrancan del lugar y nos llevan a otro totalmente diferente. El resultado es que sí, el lector se engancha al libro y está nervioso, pero tampoco le es fácil empatizar con los personajes ni asimilar lo que está sucediendo. Las emociones se interrumpen bruscamente y la experiencia lectora se resiente de forma notable.

Los diálogos tampoco son tan buenos como en la primera parte, y en general son más superficiales. Hay ciertas disquisiciones sobre política actual que en realidad no pintan nada en la trama, diálogos entre compañeros de piso que tampoco aportan nada, y hasta escenas y diálogos sexuales que flaco favor hacen al relato. La impresión general es la de que, con el fin de mantener el secretismo, el autor pierde la oportunidad de incidir en los personajes y en las acciones relevantes y se diluye en sucesos poco significativos.

Tampoco en esta novela se conserva la impresión de estar leyendo una obra realista y rigurosa, como sucedía con la primera pese a las licencias respecto a los poderes sobrenaturales. En esta, la fantasía prima sobre la historia y parecen dos novelas de géneros diferentes, pese a que el autor se ha esforzado por ser fiel a las situaciones políticas de ambas épocas y a los avances científicos actuales.

Y sin embargo, entretiene, y mucho. Mantiene la tensión, la idea principal de la trama es buena y engancha. Tenemos un narrador omnisciente en la mayor parte del relato, salvo en un punto concreto donde el autor pretende tocarnos el corazón, sin acabar de lograrlo del todo, aunque la tentativa es interesante. La trama queda bastante bien cerrada, aunque queda algún cabo suelto que me incomoda (¿por qué el vagabundo no parecía un vagabundo?).

Conclusión:
La hermandad es un libro que, en general, se disfruta. No obstante, mi impresión es que el autor la ha escrito mucho más rápido que la primera parte, sin reflexionar demasiado y dejándose llevar. Quizá por eso percibo tanta información sobrante, un comienzo tan lento y exasperante en el que no pasa nada y un montón de ideas deslavazadas que no se acaban de integrar bien en la novela. No está, para mi gusto, a la altura de la primera parte, pero bueno, al menos calma la curiosidad de saber qué sucedió con Akenón y Ariadna (y su hijo) tras el primer libro. Por cierto, ¿qué fue de la poderosa Ariadna y de su portentosa capacidad mental que aquí tan útil le habría sido?

SOBRE EL AUTOR

Marcos Chicot
Marcos Chicot ha ganado el Premio de Novela Francisco Umbral, así como el Premio Rotary Internacional de Novela y el Premio per la Cultura Mediterranea (Fondazione Carical). También ha sido finalista del Premio Max Aub, el Juan Pablo Forner, el Ciudad de Badajoz y el Premio Planeta.

Ha publicado El asesinato de Pitágoras (2013), La Hermandad (2014), y Diario de Gordon (Premio de Novela Francisco Umbral).

Dona el 10% de lo que obtiene con sus novelas a organizaciones de ayuda a personas con discapacidad.

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